Uno de los puntos altos fue, sin dudas, “Tan solo”. Ciro y la bajista Luli Bass bajaron al vallado, repartiendo manos, sonrisas, cercanía. Toda la banda sonaba ajustadísima, con luces, pantallas y una energía que parecía no tener techo. Y ahí fue cuando llegaron los homenajes.
Primero a ellos mismos, con un video retro musicalizado con “Ruleta” al piano, que te arrancaba una lagrimita o por lo menos un “uff, qué épocas”. Después, un momento de piel de gallina con “Sudestada” en memoria de Tavo Kupinski, y más tarde, los guiños a los Rolling Stones y a Moris con “It’s only rock’n roll (but I like it)” y “Sábado a la noche”, porque el rock también es eso: saber de dónde venís.
¿Y cuando pensábamos que ya estaba? Nada de eso. Volvieron a escena con bata de boxeo y anteojos negros, como para pelear los últimos rounds de una noche inolvidable. “Como Alí”, “Ruleta”, “Pacífico” y ese toque de candombe, de tango, de milonga rockera que solo Los Piojos pueden meter sin que suene forzado. La banda estaba afilada, sonando como si nunca se hubieran separado. Luli Bass —que se calzó el bajo de Micky Rodríguez— lo hizo con una seguridad tremenda. Los dos bateristas, Roger y Dani Buira, más Facu Farías Gómez en percusión, armaban una base que no se movía ni con un terremoto. Todo acompañado por una sección de vientos que le dio un color fresco a esos clásicos eternos.