Massacre

Fotografía: Javier Brusotti

13 de abril de 2025

Tecnópolis

 

Massacre en Quilmes Rock 2025: psicodelia, verdades filosas y un beso

Si hay una banda que no necesita cambiar ni una coma para seguir siendo relevante, esa es Massacre. Están ahí, año tras año, como si hubieran firmado un contrato con los festivales argentinos para decir: "el rock todavía respira, aunque sea con un poco de asma crónica y una pastilla de Ibuprofeno 400". Y así se presentaron una vez más en el Quilmes Rock 2025, sin maquillaje nuevo, sin necesidad de reinventarse. Porque Massacre ya es un género en sí mismo.

“Somos los Massacre, un beso”, soltó Walas, como siempre, con esa mezcla de ternura bizarra y punk despreocupado que lo convierte en uno de los frontman más extrañamente entrañables de la escena. Enseguida largó otra de esas frases sin filtro, que no se explican pero se entienden: "Las autoridades se pueden ir a la p… que los parió". Y ahí nomás, a lo Massacre: ni arengas vacías ni moralinas. Solo verdades como patadas en la sien.

Musicalmente, el set fue una bomba emocional. Sonaron clásicos como “Plan B: anhelo de satisfacción”, “La reina de Marte”, “Tanto amor” y “La octava maravilla”, cada uno recibido como un himno por los fans fieles, esos que no solo corean, sino que viven cada verso como si les hubieran tatuado la letra en el pecho. La banda sonó afilada, compacta y a la vez con ese vuelo psicodélico que siempre los mantuvo flotando por encima del rock barrial sin despegarse del suelo del todo.

El momento más maradoniano y crudo de la tarde llegó con el sample de Diego diciendo: “Hay que ser muy cagón para no defender a los jubilados”. La frase retumbó como un latigazo entre canción y canción. Un separador, sí, pero también una declaración política, ética y emocional. Una especie de “esto somos, loco, y si no te gusta, mirá para otro lado”.

Y como si eso fuera poco, se despacharon con una versión potente y bien sucia de “Crua Chan”, de Sumo. Una joyita para entendidos, para los que saben que el rock también es historia compartida, tributo y mezcla.

Massacre no vino a agradar. Vino a ser ellos mismos, con sus frases crípticas, sus postales marcianas y sus canciones eternamente fuera de moda y por eso mismo, eternamente necesarias.

Un show más en el universo de Massacre es, como siempre, un viaje. A veces incómodo, a veces tierno, siempre extraño. Pero cuando termina, te deja esa sensación de “esto era lo que necesitaba y no sabía”.

Cuatro Cuarenta