Santi Moraes en SUVD

Fotografías: Gonzalo Abeiro

Crónica: Pedro González
30 de mayo
Sociedad Urbana Villa Dolores




Santiago Moraes deslumbró en Villa Dolores

El cantautor rioplatense Santiago Moraes presentó en Montevideo su repertorio de canciones con nuevos arreglos musicales, pensados especialmente para la ocasión. El Sociedad Urbana Villa Dolores, ya emblemático en la escena musical de la ciudad, fue el recinto que los acogió. Estuvo acompañado de músicos locales de alto vuelo y de un artista invitado de lujo.

Los integrantes de la banda en Uruguay son Patuco López (batería), Nacho Echevarría (bajo), Alejandro Shmidt (guitarra), Federico Anastasiadis (percusión) y, en esta oportunidad, un invitado especial: un vecino del barrio de La Mondiola, el inmenso Mandrake Wolf.

Es la segunda vez que Moraes amplifica sus músicas en el Sociedad Urbana con esta formación. En 2024 tocaron por primera vez allí, acompañados por Pedro Dalton, de Buenos Muchachos, y Garo Arakelián, ex La Trampa.

CRÓNICA_

Montevideo ya había sido tomada por el invierno. El frío era protagonista y omnipresente. Pero cerca de las 21 horas, mientras la sala se llenaba de cuerpos abrigados, la banda salió a escena. Con un escueto “buenas noches” de Santiago, comenzó a sonar “Mapa vacío”, y entonces se abrió un portal: el frío quedó afuera. No había lugar para él entre tanta gente.

Lo que el artista puso en el fuego del Sociedad fueron versiones de canciones con recorrido, pero vestidas con ropa nueva, abrigada, con la intención de que el frío del tiempo no las alcance. Las canciones de Moraes son historias que filtran imágenes de la ciudad, del entorno íntimo, como un tamiz en el cual se imprime un recorte de la realidad, que luego se cocina sobre el escenario, a manos de los músicos, a alta temperatura.

Así pasaron “Hogar”, “Soy del río” y “Huele amarillo”. Entonces llegó el baile, y las reminiscencias del frío exterior se disiparon por completo. Los cuerpos abrigados comenzaron a quitarse pesos, golpeando el suelo al ritmo de la música. El engrudo de los instrumentos y el calor ya había cumplido su tarea: unir y calefaccionar.

Moraes hace canciones que acompañan. Tienen algo de Dylan, de tango, de candombe, de folclore; algo de aquí y de allá, de ambos márgenes del Río de la Plata. Sus canciones son un agujero negro en el que convergen influencias y sentires disímiles.

Me pasé 15 paradas, hoy me duermo en la estación

Con las botas encontradas, con esta sensación

Por el sexto medio litro se me dió por comprar más

Si mañana me levanto voy a ver que ya no estás

Me acordé de unos amigos que no supe nunca más

Y me dije después veo, eso ya se va a arreglar

“Botas encontradas”

Al subir Mandrake, el candombe, el rock y el blues —como una mecha— encendieron el pequeño escenario teatral del SUVD y bajaron a tierra la sonoridad etérea que llenaba la sala. Inmediatamente, como un mandato de los genes, el público local bailó y acompañó con palmas.

Cantaron “El temporal”, una canción de un disco muy viejo, según dijo el invitado, y cuestionó: “No sé por qué este —en referencia a Moraes— quiso tocarla. En esa época tocaba con muchos acordes, ¿para qué?”, se preguntó, provocando risas en toda la sala.

Un momento especial, digno de las páginas de la historia nacional de la música: contó cómo, una noche de gira y después de muchas cervezas, terminó improvisando en un boliche del barrio. Allí nació la base de “Amor profundo”, que al otro día, aún aterrizando del viaje etílico, terminó y creó, dando vida así a uno de los himnos que todos los uruguayos llevamos impresos en el alma.

Según un amigo que aseguré no nombrar, la ambientación del lugar —“como de los años 80”— acompañó la propuesta psicodélica de la banda. Esta afirmación presentó discrepancias, ya que resulta difícil saber, en efecto, cuáles eran esas ambientaciones durante nuestra infancia ochentera, en momentos en los que no nos era permitido concurrir a este tipo de eventos. Hacer cualquier comparación resulta, por tanto, imposible. Lo cierto es que todo convergió en una armoniosa conjunción que los presentes tuvimos la suerte de disfrutar.

Sobre las 23 horas se anunció el inminente final. El público no tardó en pedir otra. Los músicos sacaron del fondo de la chaqueta “Mi sangre” y “Perro viejo”. Ya no se podía pedir más. Entre guitarras alucinogenas, armónicas extasiadas, una percusión contundente, e historias tan personales como la de un par de botas encontradas por el autor en una volqueta, se fue cerrando el portal. Por un rato, Santiago Moraes nos dio un respiro, calor y música —mucha música, de la buena.

Repertorio:

Mapa vacío

Hogar

Soy del río

Huele amarillo

Qué te iba a decir

Botas encontradas

Hay cosas que no importan

De Biarritz

El temporal

La Floresta

Blus de Mario

Los Halcones

7 menos 10

Milonga del dedo

Perdida en el fuego

La Crecida

Bises:

Mi sangre

Perro viejo

 
Cuatro Cuarenta