Roger Waters

Fotos: Pata Torres

Crónica: Pedro González

17 de noviembre 2023

Estadio Centenario

 

Roger Waters pasó por Montevideo el pasado 17 de noviembre. La cita fue en el bar improvisado en el Estadio Centenario bajo la consigna “This is not a drill” -esto no es un simulacro-. 

El esperado encuentro fue amenizado por una lluvia copiosa, que espaviló a los agasajados



En medio de controversias relacionadas a la censura que la comunidad israeli impuso en complicidad con empresarios locales impidiendo que el artista pudiera acceder a un hotel donde hospedarse, por sus declaraciones a favor de cesar el fuego y la matanza de civiles, niños, en la Franja de Gaza. Y a pesar de un pronóstico climático desfavorable.  Una muchedumbre se hizo presente en el Estadio Centenario, porque querian ser testigos de la última visita de la leyenda viviente en nuestro país. 

Es sabido que Waters se ha expresado desde hace ya décadas a través de su música y declaraciones públicas en contra de las arremetidas violentas de gobiernos bélicos en soberanías extranjeras. Una vez en el escenario dijo que había gente que gustaba de su música, pero que no tanto de sus expresiones políticas “que se vayan a la mierda” lanzó y asi, habiendo hecho las advertencias del caso, comenzó el Show. 

Durante las proyecciones de una tormenta en una ciudad devastada sonó “Confortable numb” y salieron a escena los músicos. Una silla de ruedas con un mueñeco blanco empujada por unos enfermeros, y Roger Waters de bata y con un estetoscopio comenzaba el recital. El cielo del estadio espejaría la tormenta de las pantallas y pronto el público asistiria a una dilución de lo digital en la realidad, los relámpagos y rayos se comenzaron a dibujar sobre el estadio. Una lluvia amenazaba ante la indiferencia de los artistas y un público que se resistía a lo inminente.

Cerca de medio Centenario aguardaba espectante. Precozmente se sacó la carta “Another brick in the wall”, el primer sacudón emocional de quienes durante décadas han hecho de esta canción un himno contra la opresión, miles de personas gritaron “no necesitamos la no educación, no necesitamos la falta de control mental”.

Mientras, la lluvia amenazaba y poco se hizo esperar. Inmediatamente, cuando las luces rojas en las pantallas lo teñían todo, los sonidos graves hacian vibrar los cuerpos y la voz de Waters estremecia al público. Las gotas del cielo cayeron y disimularon lágrimas que comenzaban a brotar ante las imágenes del horror proyectadas, ante la conciencia que Waters se ha empeñado en despertar con su arte. Una lluvia que bien se podria metaforizar como el llanto de la vida ante el sinsentido de la guerra, acompañando a la banda sobre el escenario, bajo el cielo de Montevideo.

La lluvia se fue intensificando y nadie parecía notarlo, una reacción obstinada fue compartida en no ceder. Waters y companía hacían lo propio. Poco a poco, la duración y la intensidad de la lluvia fueron corroyendo la testadurez y finalmente, ante la alarma de peligro por los equipos, el recital se detuvo. 

Se informó que 20 minutos serían suficientes para que se protegieran los equipos.  Algunos buscamos refugio bajos los pocos accidentes arquitectónicos que el estadio ofrece para tal fin. Una catarata era lo que en la escalera de acceso caía, mientras los zapatos ya empapados, corrían a refugiarse. El tiempo alcanzó para fumar, para conversaciones aleatorias con conocidos o desconocidos, fotos que seguramente perdurarán como link a ese momento único y claro, consultar el estado del tiempo.  

Como si se hubiera calculado previamente el agua cesó de caer. Rapidamente se desandó el camino y otra vez había músicos en el escenario, también público eufórico, ahora además, empapado. Waters sentenció: “si es necesario tocaremos toda la noche”. Ante la conciencia de lo fortuito y lo efímero, tanto los músicos como el público se entregaron con todo a vivir este último encuentro.

Las expresiones políticas de la banda estuvieron presentes en todo momento. La imágen de los últimos presidentes de los Estados Unidos de Norte América EUNA ocupó las pantallas al tiempo que se exponía la cantidad de asesinados producto de sus incursiones intervencionistas en Irak, Afganistan, Libia, entre otros, y se les sentenciaba como criminales de guerra. 


En relación al boicot del sionismo por su llegada al Río de la Plata, expresó enfaticamente su disgusto con el presidente del comité central israelita de Uruguay Roby Shindler, quien fuera el encargado de gestionar las denuncias en los hoteles donde se hospedaría la banda, que culminaron bajando las reservas, “Fuck you” le espetó.

Los efectos visuales subrayaron la presencia musical, pantallas gigantes, fuegos artificiales, globos, luces láser. Las pantallas gigantes hicieron desfilar una inmensa cantidad de figuras sugestivas, langostas, hormigas, corderos negros practicando karate, cerdos, lluvia de dólares. 

Las inmortales “Wish you where here”, “Money for nothing”, “Shine on you crazy diamond”, suscitaron coros multitudinarios. En casi dos horas de recital, el octogenario Waters recorrió su obra delante de un público uruguayo que no dejó pasar esta oportunidad irrepetible y la disfrutó como quien se encuentra luego de muchos años en un bar con un amigo entrañable.

El ex Pink Floyd brindó junto a su banda con el público. Se sentó al piano invitando a todos a reunirse, a charlar, con amigos y hasta con los desconocidos. Sus dos coristas se sentaron a un lado. Las botellas de licor sobre el piano y juntos cantaron “Sad eyed lady”. Le dedicó esta cancion a Bob Dylan, a su esposa Kamilah y a su hermano mayor Jhon, fallecido el año pasado.

De esta manera se despedía y cerraba el capitulo en nuestra tierra. Dejando un mensaje de resistencia, coherencia y arte. Un show que quienes asistieron en la anterior visita del músico en Uruguay, por la lluvia, y porque aquel recital de 2018 fue algo nuevo y abrumador quizás, vivieron con algún reparo. Pero que finalmente reconocen que fue una noche sublime, desde todo punto de vista. Luego de los temblores por el agua y la emoción agitada de estar ante la leyenda, el inextinguible luchador de la música que le ha puesto cara con arte a la opresión del poder mundial, el gentío se disipó. Se fueron por distintas direcciones, mezclandose en la ciudad, otros dejándola porque venian desde otras ciudades. Todos se llevaron un momento que saben único y que los distingue, con la conciencia sacudida de que esto no es y nunca fue un simulacro.

 
 
Cuatro Cuarenta