Frankenstein

Fotografía: Carlos Dossena / Crónica: Pedro González

Noviembre 2023

Facultad de Medicina

Dirigida por Andrea Arobba, e interpretada por actores de la Comedia Nacional. Representada en un escenario creado especialmente en la Facultad de Medicina, es una obra atípica.

Se plantea la pregunta: ¿Qué es Frankenstein?

Martes, de un día lluvioso, clima nuevo con tintes tropicales en Montevideo. De camino a la facultad pasé en el ómnibus por el estadio Centenario, jugaba Uruguay por las eliminatorias. La selección de fútbol se encuentra en medio de un proceso de cambio que generó temores y ahora maravilla. Como tenía tiempo visité a un amigo que vive cerca de la facultad. Recientemente incorporó a su familia un perro, pequeño, barbilla, de pelo grueso como de cerdo y mirada intranquila. Luego de encerrarlo, pues en este proceso de integración, aún no se adapta a la presencia de otros humanos, nos sentamos y charlamos. Parte de la conversación versó acerca de la hija adolescente de mi amigo y su vínculo en transformación. Todo lo anterior, me parece hoy, configuró un preámbulo propicio a la propuesta del Frankenstein de Arobba.

Llegué puntual, 21 horas. Un piano antiguo recibía al público, en un salón en desuso de la Facultad de Medicina. El espacio fue intervenido, se montó allí un escenario y se cambió una claraboya dañada. Las paredes conservaban grandes cuadros con las imágenes de quienes probablemente fueron médicos prestigiosos. Un gran porta luces de la época conecta a un pasado pretencioso. Debajo de una bóveda blanca, una escalera y el escenario. A la izquierda del escenario, una chica sentada frente a una computadora, a la derecha el piano.

De la novela de Mary Shelley, publicada el 1 de enero de 1818 surge esta historia con tantos matices como representaciones a nivel global. Arobba da una perspectiva que cuestiona las distintas interpretaciones que se han planteado. Y el personaje que todos “conocemos” adquiere otras dimensiones.


Shelley es una mujer que escribe con 18 años una obra cuestionada. Hay en su época un rechazo a la transformación. Que se refleja en el relato mediante el personaje creado por el Dr. Frankenstein. La búsqueda de un humano mejorado. Un monstruo. Monstruosidad, se aclara, en el sentido de un prodigio de carácter divino.


Se puede vislumbrar un paralelismo entre el proceso de la escritora y el personaje. Ambos atraviesan una transformación rechazada. En el caso de Shelley, mujer que derriba muros invisibles que la sociedad le impone. La criatura que se propone el Doctor Frankenstein como un ser humano prodigio y que es señalada como un ser abominable.


Podemos arriesgar a que la directora también desdobla su propia capa de espejo en un triángulo que converge en tiempo y espacio. De mujeres desafiantes que se sacan la piel y se reconstruyen en un nuevo ser. Despojándose de un pasado marcado por el sufrimiento, inmersas en un entorno hostil. Una suma de obstáculos que desembocan en una especie de gesta heroica.


La creación, el desafío de lo humano y lo metafísico. Dilemas morales indagados, con orígenes que se remontan a la cultura griega (Prometeo).  Todo es parte y se aterriza en el ahora, en esta obra que aborda a la vez los desafíos tecnológicos que ponen en jaque las certezas y los límites actuales.


En la puesta hay mucha información, de orden científico, histórico, reflexivo.  Lo que se combina con la música y las sublimes interpretaciones del elenco de la Comedia Nacional, provocando en los espectadores un torbellino de emociones. Todo colabora para interiorizar ese cúmulo de datos y arraigarlo con más énfasis, en las conciencias presentes y expectantes entre el público.


La danza se manifiesta en forma de loops insistentes.  Movimientos mecánicos que ya son una marca registrada de la directora. Siempre hay alguien en movimiento.  A veces para apoyar los diálogos o reforzando mensajes a través del canal corporal. La danza  y el teatro se aúnan en esta colaboración que explora la expansión comunicativa.

 

                                                                                                                                

La iluminación y los efectos visuales son grandes transmisores de sensaciones. Un diseño que recrea sombras que dicen en paralelo al discurso de los actores. Las proyecciones audiovisuales dibujan en una bóveda blanca imágenes potentes, angustiantes, que se distorsionan y mutan constantemente.


Sobre el escenario hombres y mujeres vestidos de blanco y negro. Las actrices y actores se encargan de crear efectos de sonido con sus voces utilizando un micrófono y una consola. También los efectos visuales mediante unas potentes linternas. Una especie de tela muy liviana, que hacen levitar como una medusa y que proyecta sombras sobre las paredes blancas. De una factura muy básica y artesanal, pero de una intensidad maravillosa, les efectos lumínicos a cargo de Veronika Loza, deslumbran.


Así como las luces, los sonidos son protagonistas. Voces, guitarra, piano, sonidos metálicos, como de máquinas, le dan el bit a la danza remitiendo a un ambiente tecnológico que se enlaza a lo humano, al cuerpo. A cargo de Juan Chao el sonido es una parte que se combina con otras y que hacen un todo que emula en omisión al personaje al que se refiere.


Esta historia que hemos recibido a través de tantos formatos, mostrándonos un monstruo como un ser abominable tiene muchas aristas y en esta versión se desnudan en profundidad. Se trata de arte y ciencia, de locura, de la obsesión por un descubrimiento que propone nuevas alternativas. Se trata de la necesidad de trascender de los limites humanos, de reconocer nuestra capacidad de transformación, que a través del conocimiento podemos conquistar.


Finalmente nos propone reflexionar acerca de la actualidad de la ciencia, sobre la inteligencia artificial y el desafío que esta representa. Los miedos y las posibilidades, ambas caras de la misma moneda. En la que cada quien debe decidir de qué lado se posiciona.


Con interpretaciones sólidas y un desafío físico que las actrices y actores de la Comedia Nacional asumieron con una contundencia apabullante, esta obra no deja a nadie indiferente. Es incuestionable el revuelo en torno a este fenómeno poco habitual en la escena local. Es comprensible que en cada función las entradas se agotaran inmediatamente. Una vez finalizadas las presentaciones de este año, queda en el ambiente una estela de valentía y genialidad. Y la necesaria reflexión, en tiempos en los que nos enfrentamos a transformaciones y desafíos humanos de una magnitud enorme. 


Texto: Mary Shelley.

Versión: Andrea Arobba, Pablo Casacuberta y Gabriela Escobar.

Dirección: Andrea Arobba.

Elenco: Mario Ferreira, Ana Rey (becaria EMAD), Diego Arbelo, Diego Lois (becario IAM), Natalia Chiarelli, Joel Fazzi, Mané Pérez, Dulce Elina Marighetti, Andrés Marsicano (becario IAM), Lucía Sommer y Fernando Vannet.

Espacio escénico e iluminación: Verónica Loza.

Música original: Juan Chao.

Inteligencia artificial y escaneo 3D: Rodrigo Aguiar.

Video: Pablo Casacuberta.

Diseño gráfico: Atolón.

Traspuntes: Magdalena Charlo, Diego Aguirregaray.

Realización de escenografía: Enzo Scasso.

Cuatro Cuarenta