Don Osvaldo

Fotografía: Facundo Bertones

Crónica: Pedro González

7 de octubre 2023

Sala del Museo del Carnaval

El 6 y 7 pasado Don Osvaldo citó a su público uruguayo en la Sala del Museo del Carnaval. Enmarcado en una gira para presentar su nuevo disco, Flor de Ceibo, publicado el 30 de diciembre de 2022 .


En el final de una jornada patrimonial en la ciudad vieja, con restos aún palpitando de un tránsito inusitado por esas calles que los fines de semana suelen descansar. Mientras los últimos puestos de venta callejera ultimaban detalles para su retirada y los restaurantes daban cobijo a grupos de excursionistas que recargaban energías e intercambiaban sensaciones. Al final de la calle Pérez Castellanos otra historia se comenzaba a escribir. Sobre ese lienzo aún neblinoso de una jornada de puertas que suelen estar cerradas y por única vez en el año se abren para que las muchedumbres cargadas de curiosidad develen misterios profanos.  En la sala del Museo del Carnaval otra congregación, de remeras negras con inscripciones blancas y rojas, abrieron sus corazones a las canciones de Don Osvaldo. Canciones que como un masaje reanimador hincharon venas apesadumbradas que cargan una realidad injusta y aplastante.  Esas letras que aun cicatrizan heridas de una guerra que siguen peleando, como estandarte de una conciencia que no claudica y se para nuevamente ante la mirada incrédula de los verdugos de la vida. 



En la puerta la fila avanzaba lentamente, casi llegadas las 21, los rezagados finalmente ingresaron   y en una sincronía como ensayada los músicos avanzaron al escenario.  El público también avanzó y se compactó, atentos a su Salida. Cuando el vocalista de la banda Pato Fontanet, fuente llena de inspiración para todos esos Callejeros fue visible, la emoción se hizo sentir. Inmediatamente la música se abrió paso, una cascada de acordes se derramó durante dos horas sin dejar de embelesar.





Bienvenidos a la gloria relativa
De los logros que no acaban, con lo indigno y el terror
Bienvenidos a la paz escatimada
A las risas alambradas en ciudades de algodón

Bienvenidos a sentirse exonerados
A emitir juicios abruptos sin saber dar opinión
A elevarse por encima de los otros
Y a pensar la vida entera desde el cosmos de un sillón...





La banda tiene un sonido único, contundente, afinado.  La formación es inapelable, cada uno de los músicos se planta delante del publico con seguridad, desafiante. La invitación es pararse de la misma manera, decir con convicción y resistir. El ritmo de las canciones pausado las dice, las comparte con un publico emocionado pero atento.  En los recitales de Don Osvaldo la gente es parte de la banda, las canciones dicen lo que ellos quieren decir, gritar, exorcizar. Como en una tribuna de fútbol, con contenido consciente . La catarsis es con las palabras justas, precisas y sin miedo, un combo que no suele agradar a quienes se sirven del silencio y la autocensura. 






En cuanto a lo musical fue un paseo por distintos ritmos: rock, tango, murga, híbrido bien popular, de lo más enraizado en esta región.   La ejecución, de una precisión y complejidad descollante. Por momentos fue grato tan solo lanzarse a pasear por los paisajes sonoros que creaban los músicos. Por momentos bajar y subirse al colectivo de las letras y saltar, empujando la voz y purgando emociones. 

La comunidad callejeros se autodefine, se autoconvoca, y se entrega de lleno a recibir y amplificar un mensaje que va mas allá de lo musical. Enmarcado en este medio, riguroso y preciso, pero que contiene algo mas profundo, de grupalidad y resistencia al sinsentido de la opresión. La banda carga con una historia trágica, que aún continua procesando.  Según me dijo uno de los callejeros seguidores de la banda a la salida:  “El Pato todavía no es lo que era, lo fui a ver a Villa Maria cuando recién salia de la cárcel y no quería cantar, apenas pisó el escenario. Ahora está mucho mejor pero se le nota que le cuesta bastante”.

Hay un periplo que ha vivido esta banda junto a su gente, que le da una profundidad poco habitual. Una conexión consciente y emocional, que se manifiesta en los recitales pero que se une mucho antes en la vida misma de los músicos y quienes los siguen a los recitales.  Esta amalgama empuja al crecimiento de público y es así que el contagio no necesita de grandes operaciones de publicidad. 


Cantaron muchas canciones nuevas y algunos de los clásicos de Callejeros. Hay una búsqueda hacia la creación de nuevas canciones que conecten como lo hacían aquellas, que aún transitan desde el  disfrute, pero tambien desde el duelo. 


Sobre el final invitaron al escenario a la murga Agarrate Catalina, primero solo la batería, que acompañó en una canción. Luego subió toda la murga, cantaron “Tan perfecto que asusta” (DO) y “La violencia” (AC). En un formato fraterno que repite de otras visitas de la banda a nuestro país.


El recital de Don Osvaldo en la Sala del Museo, tuvo todos los ingredientes que hicieron de la experiencia un recuerdo que se empezaba a cristalizar ya a la salida mientras los pegotines y remeras de la banda se vendían como un souvenir enlazador de ese momento a otros presentes futuros. Mientras una cola acudía a la compra de los chorizos al pan y los panchos, combustible para recargar la energía desparramada durante dos horas. Mienras los ojos recorrían la exposición fotográfica sobre la inclusividad instalada fuera de la sala.  El evento, en presencia, quedaba allí en un pasado petrificado. En tanto las letras seguirían resonando como un llamado urgente a resistir.               

“Que no se quede mi pueblo dormido, que ya no me engañen más ni jueguen conmigo”

Patricio Santos Fontanet: Voz

Christian Torrejón: Bajo

Álvaro Puentes: Guitarra

Luis Lamas: Bateria

Gastón Videla: Guitarra

Leopoldo Janin: Saxo

Gabriel Gerez: Teclados

Juan Julio Falcone: Percusión

Cuatro Cuarenta