Chango Spasiuk

Fotos: Javivi Rivero / Crónica: Pedro González

12 de noviembre

Teatro Solís

Este 12 de noviembre pasado, en el Teatro Solis de Montevideo, el artista Misionero (Argentina) Chango Spasiuk presentó su disco Eiké.


Creer que el arte es solo entretenimiento es una cosa demasiado básica y mediocre. El arte es una gran herramienta de transformación, de encuentro y de pensar en voz alta.

 Ch. Spasiuk



El recital comenzó con una interpretación del artista en su primer acordeón. Con un sonido aspero y profundo recreó paisajes de pradera. Todos los presentes  ibamos de la mano al instrumento que tenía algo de encantador. Asi se presentó, sin mediar palabra. 


Dijo que su primer instrumento se lo regaló su padre, carpintero de profesión, que también tocaba el violín, pero como un carpintero aclaró. Se comenzó a percibir la idea de un legado que tenia mas que ver con algo de comunidad que con los estrictamente musical.



En el escenario aguardaban en orden de derecha a izquierda: Guitarra y Acordeón (Enzo Demartini), violonchelo (Eugenia Turovetzky), violin (PabloFarhat ), bandoneon (Spasiuk) , percusion y guitarra (Marcos Villalba), guitarra y voz (Diego Arolfo). Detras: tambores piano, chico y repique.




El disco está repleto de colaboraciones de artistas de diferentes rincones del mundo y de Argentina el omnipresente Gustavo Santaolalla. En uno de lo primeros temas “mejillas coloradas” dedicado a una de sus hijas, sonó de fondo la interpretación del arpista Senegalés Boubacar Cissokho. Detrás, una pantalla gigante recreaba imágenes del campo, aves, lluvia, labores, que sumaban elemntos a un viaje interno a la armonia de tierras no tan lejanas.  

Rapidamente la sala medio llena, con un público heterogeneo, creció en los aplausos, asi como interpretaciones de Spasiuk se intensificaron. Finalmente se detuvo su acordeón, y dedicó unos minutos para hablar de  lo trascendental de la música como enlazador de almas y espacio de expresión, separandolo de la idea del mero entretenimiento.  



La idea de la  música como elemento familiar atravesó toda la presentación.  Cuando aludiendo a la imposibilidad de que Osvaldo Fatorusso estuviera presente para tocar el piano en la canción que compuso para su hija Juana “improvisación para Juana”, explicó que usualmente compone con ese instrumento. Y bromeó acerca de que aprovecharía que en el teatro hay uno muy bueno y asi como Fatorusso toca el acordeón, él también se permitiría tocar el piano. Una gran interpretación siguió a todo esto, el amor paternal expresado de manera esquisita estremeció el aire en la sala.


Los aplausos cada vez más acalorados, intespestuosos por momentos, devolvían con pasión el agradecimiento a los artistas que se empastaban y brillaban. La presentación se iba gestando como una contecimiento delicioso, se percibía la congratulación de los presentes por su decisión de acercarse a presenciarlo. 


Cada uno de los músicos que acompañan a Spasiuk tuvieron su momento y desplegaron un nivel altísimo.  El violín de Faraht imantó al público con la introducción de una polca sublime. El violonccelo de  Turovetzky, quien se presentara como la última en llegar al escenario, atrapó al público de imprevisto, con una dulzura ineludible.  Demartini comenzó con el acordeón, que dejó luego por la guitarra, y con ambos instrumentos fluyó como un pez en el agua. Arolfo acompañó con la guitarra, sonando preciso, y cuando le puso su voz a la primer canción voló y nos llevó a todos de viaje con su canto provincial y conmovedor. Por su parte Villalba fue omnipresente, la percusión acompañó de principio a fin, fue el ancla que mantuvo esa nave musical durante hora y veinte minutos desenrollando sonidos con olor a campo misionero en nuestro hermoso Teatro Solís. 


Otra perlita del recital fue la interpretación de “tristeza” un chamame acompañado por laúd, un desafío musical que quería experimentar y lo hizo de la mano del marroquí Majid Bekkas.

La actriz argentina Ines Estevez que está en la ciudad representando una obra de teatro, fue invitada a recitar un poema, Junio de Jorge Fandermole, y aludió al sinsentido de la guerra, invitando a la reflexión. Luego con Arolso cantaron el cosechero de Ramón Ayala, y hubo allí una gran sorpresa, la actriz se hizo cantante y nos cautivó con su voz. 



Spasiuk enlazando con nuestra música saludó a Jaime Ross por su cumpleaños y recitó un fragmento de Colombina. El piano, repique y chico que aguardaban al fondo, cobraron vida cuando los siguientes invitados, Cuareim 1080 subieron al escenario y se unieron al calor de esa música visitante. Con la voz de Arolso homenajearon a la música de acá, interpretando Amandote de J. Ross, que a pesar de sufrir algunos cambios en la letra fue recibida con agrado por el público.


Fue una fiesta que se disfrutó hasta el final, la gente participó con sus aplausos y se hizo parte de ese ensamble musical, magistral fruto de una tierra cercana, que se siente y se abraza. La argentina que vemos menos, la de la provincia, la que más se nos parece, llegó a Montevideo para salpicarnos de polcas y chamames de la mano del maestro Spasiuk, un referente con mas de 40 años de trayectoria y con una vigencia que contagia de alegría, pleno de vida.

Cuatro Cuarenta