Bolsa de Naylon en la rama de un árbol y Fernando Cabrera

Bolsa de Naylon en la rama de un árbol

Fernando Cabrera

Fotografía: Javivi Rivero

Crónica: Pedro González

Sala Zitarrosa

13 de abril de 2024

 

Un recital esperado, en el cumpleaños número 25 de la Sala Zitarrosa. Una fusión electrizante que se ha gestado poco a poco. Cabrera ya había participado en colaboraciones tanto, a dúo con Diego Cotelo como con la banda en diferentes oportunidades.

Entonces este encuentro es la continuación de un proceso que logra finalmente unir a un maestro con una banda de músicos transitando sus primeros pasos en esto de dar recitales de música. El recital comenzó algo retrasado, la sala estaba llena y se respiraba una especie de nerviosismo en el público, que seguro era el de los músicos también. “Querido amigo” de Fernando Cabrera fue la canción de apertura.

La bolsa formó en un una U y Fernando Cabrera al centro, al frente interpretando. A la izquierda del escenario estaba Diego Cotelo (guitarra, voz, teclados, saxofón), a su derecha Juan Manuel Cayota (batería, voz), Inés de Agosto inevitable le seguía (saxofón), Emiliano Pereira, (clarinete y saxo soprano), Juan Chilindrón (bajo) y Elena Ciavaglia (voz y teclados).

“Un par” fue la segunda interpretación y en la cual se desplegó un solo de saxofón que hizo explotar los aplausos que aguardaron impacientes hasta que llegaron al clímax, cuando la última nota cesó y se abrió la compuerta a una descarga rabiosa de aplausos. Pura belleza. Siguió un clásico del repertorio de Cabrera “el viento en la cara” y la sorpresa la dio el más veterano, cantando con un altavoz, imagen imperdible de un gesto que provocó simpatías y aplausos. “Mudanza” fue la oportunidad de escuchar la voz del baterista, hecho particular que es poco probable en cualquier recital, pero en este las cosas no respondían a lo habitual, la sintonía era una frecuencia de sorpresas, de peculiaridades maravillosas. Los acordes de “por ejemplo” despertaron una sensibilidad profunda, que lo montevideanos llevan grabadas entre las cadenas de ADN y el suspiro suave de esa espiritualidad propia de aquí, esa que algunos músicos locales han sabido reproducir con músicas infinitas, todos supieron y la siguieron.

La música de Cabrera lleva registrada la marca de su exhaustividad, de su interpretación de la belleza, sus particularidades vocales y además lleva una voz aumentada de pueblo, que habla de las justicias omitidas, malogradas.

“Se enriquecían con los ingleses

Dejaban la carne tirada

Se enriquecían con los ingleses

Dejaban la carne tirada” (La estancia)

Uno de los momentos sublimes de la noche, clásico, básico, mínimo, espectacular,

“viveza”.

La mixtura entre músicos tan dispares y excepcionales, que ocupan lugares extremos y que se entregan en una unión de expansión, consolidaron en esta noche especial una caricia de esas que Cabrera y los Bolsas brindan en sus presentaciones, pero más grande, más rica y de más largo alcance.

El sabor en la boca fue a poco, es decir, con ganas de más. La buena noticia es que se rumorea, que no será la última presentación de esta formación y que quienes no estuvieron podrán estar, talvez la próxima se agreguen más canciones, y ya quienes fuimos a la primera nos tentemos a repetir otra, más larga, más consolidada, y seamos testigos otra vez de una evolución que parece no tener límites.

Cuatro Cuarenta