Entonces este encuentro es la continuación de un proceso que logra finalmente unir a un maestro con una banda de músicos transitando sus primeros pasos en esto de dar recitales de música. El recital comenzó algo retrasado, la sala estaba llena y se respiraba una especie de nerviosismo en el público, que seguro era el de los músicos también. “Querido amigo” de Fernando Cabrera fue la canción de apertura.
La bolsa formó en un una U y Fernando Cabrera al centro, al frente interpretando. A la izquierda del escenario estaba Diego Cotelo (guitarra, voz, teclados, saxofón), a su derecha Juan Manuel Cayota (batería, voz), Inés de Agosto inevitable le seguía (saxofón), Emiliano Pereira, (clarinete y saxo soprano), Juan Chilindrón (bajo) y Elena Ciavaglia (voz y teclados).
“Un par” fue la segunda interpretación y en la cual se desplegó un solo de saxofón que hizo explotar los aplausos que aguardaron impacientes hasta que llegaron al clímax, cuando la última nota cesó y se abrió la compuerta a una descarga rabiosa de aplausos. Pura belleza. Siguió un clásico del repertorio de Cabrera “el viento en la cara” y la sorpresa la dio el más veterano, cantando con un altavoz, imagen imperdible de un gesto que provocó simpatías y aplausos. “Mudanza” fue la oportunidad de escuchar la voz del baterista, hecho particular que es poco probable en cualquier recital, pero en este las cosas no respondían a lo habitual, la sintonía era una frecuencia de sorpresas, de peculiaridades maravillosas. Los acordes de “por ejemplo” despertaron una sensibilidad profunda, que lo montevideanos llevan grabadas entre las cadenas de ADN y el suspiro suave de esa espiritualidad propia de aquí, esa que algunos músicos locales han sabido reproducir con músicas infinitas, todos supieron y la siguieron.