Bolsa de Naylon en la rama de un árbol

Fotografía: Javivi Rivero

Crónica: Pedro González

15 de junio

Auditorio Nacional del Sodre

 

“Todo”, el nuevo álbum de Bolsa de nylon en la rama de un árbol, editado por los sellos independientes Feel de agua y Little butterfly records, se presentó el jueves 15 pasado en la Sala Hugo Balzo del Auditorio Nacional del Sodre. Con el aforo completo y publico variado. Niños, adultos jóvenes y mayores que asistieron a la presentación del tercer disco de la banda que ya se puede descargar desde los sitios web de los sellos.

Los músicos como recién salidos de una siesta se ubicaron donde los esperaban sus instrumentos en letargo y como en un desperezarse juntos soltaron su música de a poco. Los vientos ubicados al centro (Ines Agosto, saxo alto y baritono y Emiliano Pereira, clarinete y saxo soprano) donde usualmente están los vocalistas, se hicieron protagonistas de este primer momento. Las voces a los extremos, teclado (Elena Ciavaglia) y guitarra (Diego Cotelo). Y siguiendo una parábola, un bandoneón (Ramiro Hernandez), el bajo (Juan Chilindrón) y las percusiones ( Juan Manuel Cayota, bateria y voz, Ani Ruiz bombo legüero y Andrés Chaibun, repique) unían los extremos equidistantes al centro soplado. Así se dispuso una formación que entre flores, rojos, cuerdas le pone un marco al guitarrista Cotelo que desde el extremo izquierdo lanza su vos a dialogar con la mezcla de sonidos que juegan durante las dos primeras interpretaciones en el aire de la sala. La batería toma la posta de los vientos y se apodera del podio arremetiendo con fuerza. Abre el camino y se suma la voz etérea de Ciavaglia en el extremo derecho. Y así, concatenadas las melodías discurren sin cortes. Hasta que los instrumentos por fin callan y dan lugar a la primer cascada de aplausos que baja desde las butacas. La catarsis del público duró unos segundos, porque los Bolsa reanudaron y nuevamente envolvieron todo en los paisajes sonoros que se volvían a pintar.

Hubo intermitentemente apariciones perfomaticas que aportaron color y tensión, en sintonia con la propuesta musical. De repente un grupo de manifestantes ocupó el espacio saltando y vociferando, con luces de colores y papelitos brillantes lanzados, mientras ráfagas de sonidos machacaban el aire.

Irrumpió el espíritu de Gilda en el caos sonoro. Volvería luego, una vez finalizado el show, como una declaración de amor a la artista que hizo vibrar a nuestros vecinos del otro lado del rio y por onda expansiva también a los de este lado.

Los homenajes fueron explícitos. En las composiciones de la banda se vislumbró una lucha constante por no parecerse a nada, un rompimiento feroz ante el posible encadenamiento de asociaciones con otras músicas. El escape a lo mecánico se proyectó en ejecuciones espasmódicas que el público espejó a través de sus cuerpos atrapados en las butacas, en las que solo la cabeza parecía poder expresarse.

Un bandoneón esporádico nos sacó a pasear por una ciudad rioplatense con aire a tango.

Los músicos se colocaron gafas oscuras y fueron aportando detalles estéticos que sumaron también una tensión visual.

Repentinamente un cantante (Fabrizio Rossi) en bata alineado al outfit de los músicos, de detrás de escena comenzó a cantar 'Nega' y se presentó abruptamente, de la misma manera se fue al finalizar su interpretación. Entonces Ciavaglia con sus gafas oscuras se puso de frente al público y micrófono en mano descargó una ráfaga de frases, detrás de ella mucho rojo y una explosión de sonidos.

El loop “vino una muchacha” quedó revoloteando y trajo con ella el rock and roll que estiró nuevamente la descarga de decibeles. Seguido de ese aterrizaje roncanrrolero, ese cambalache de sonidos con distintas intensidades propuso una especie de chacarera con bombo legüero y bandoneon. Los músicos chacareros se fueron corriendo al finalizar.

Entonces con una fuerza arrolladora un repique llamó al candombe y el corazón de todos comenzó a latir al compás de esa clave que nos atraviesa a los uruguayos. De no ser por las butacas que nos abrazaban, habriamos sido arrancados del reposo por tan elocuente llamado a la danza.

La potencia de los tambores dio lugar a la calma que sobrevino. Y con ella otro homenaje, en este caso a este lado del rio, bien de acá, Fernando Cabrera, interpretaron “Bandera Amarilla”.

El bandoneón en otra intermitencia apareció para despegar la calma que los Bolsa consiguen con eficacia. En la que se permiten permanecer por momentos, hasta que nuevamente huyen y se enredan en el caos de sonidos que se disparan en una busqueda esquizofrenica.

Otra vez silencio y una avalancha de aplausos contenidos desde el público baja sobre los músicos. Cotelo le habló al publico invitandolo a lo que denominó primero la “bolsa interactiva” y luego agregó otros conceptos como: Bolsa de presupuesto participativo, la bolsa de todos, todos pueden ser bolsa, encontrá tu bolsa. Aún parece no estár la denominación definitiva de ese tramo del show (me veo tentado de sugerir “bolsa de valores”). Entonces el público fue invitado a realizar una pequeña coreografía con los brazos, en una daptación al lugar y las butacas.

Así comenzaba el final de Todo. Otra vez los bailarines psicodelicos invadieron la escena, con colores estridentes y tirando selfies. Finalmente Cotelo propuso dirigir cual director de orquesta, que mediante una técnica de señas con las manos (creada por el argentino Santiago Vazquez) fusionó los pactados gritos, largos y cortos del publico a la banda. La energía recorrio cada centimetro de la sala y la Bolsa fuimos todos, un breve instante de 'bolsidad comunitaria' El show finalizó con aplausos en toda la sala, gritos eufóricos y los músicos unidos en un abrazo. Mientras se oía de fondo y conteniendo toda la emoción, nuevamente, la musica de Gilda.

Queda la sensación de que la Bolsa no se puede parar y no se la puede encapsular. Se mueve es inquieta y busca, se busca. Por eso podemos augurar que esporadicamente nos sorprenderá regalándonos riesgos, que nos despertaran nuevamente del hastío de músicas regurgitadas que constantemente invaden nuestro espacio. Salú!

Cuatro Cuarenta